Mujeres Saharauis y la X Edición del Festival de Cine del Sáhara

Tan importante me parece que se dedique a las mujeres saharauis la X Edición del Festival de Cine del Sáhara – Fisáhara 2013, que se celebra del 8 al 13 de octubre en el campamento de refugiados saharauis de Dajla, en Tindouf (Argelia), que he decidido pedir a la Unión Nacional de Mujeres Saharauis – UNMS  que me permita escribir un artículo sobre ellas. Desde fuera, siendo española, se dimensionan de manera diferente las circunstancias que rodean todos los argumentos sobre los que se apoya la afirmación de que “las mujeres saharauis han sido el bastión más importante de la lucha del pueblo saharaui”. No puedo deciros que lleve demasiado tiempo implicada en esta Causa, ni que la conozca en todos sus extremos, vértices, pliegues y puntas, porque sería poco honesto por mi parte, pero sí que puedo aseguraros que, desde que decidí conocer en profundidad qué es eso del Conflicto del Sáhara, he ido encontrando un denominador común en todos y cada uno de los aspectos en los que he profundizado: Una mujer saharaui.

La primera referencia que me viene a la cabeza de ellas es una conversación con SuelmaBeiruk, Vicepresidenta del Parlamento Africano, en su casa de Boujdour, en los campamentos de refugiados saharauis cerca de la ciudad argelina de Tindouf. Las dos solas frente a mis dudas existenciales sin resolver. Ella me contaba sus diecisiete años y yo, sorprendida y aterrada, revisaba en la memoria los míos, tan simples… Norte y Sur. Cielo e infierno. Crecer en segundos, madurar en horas, convertirse en mujer de carrera en cuestión de una noche, entre llantos, gritos, miedo, desgarro y desesperanza… Vaya para todas ellas mi más profunda admiración.Y es que hay que ponerse en situación. Año 1975. España acababa de abandonar el Sáhara Occidental, colonia de la que hasta entonces era potencia administradora. Quedaba en ese momento todo el territorio en manos de Marruecos y Mauritania, a través de los Acuerdos Tripartitos de Madrid, en los que no se tuvo en cuenta la voluntad del pueblo saharaui con respecto a su Derecho de Autodeterminación, una vez descolonizado el Sáhara español. Cierto es que ya un par de años atrás, el Frente Popular para la Liberación de Saguia el-Hamra y Río de Oro (Frente Polisario)ya ejercía su papel de representante del pueblo saharaui, exigiendo ante España sus derechos como pueblo y país. Sin apenas tiempo, las fuerzas militares marroquíes perpetraron un ataque sin precedentes sobre una población civil, indefensa y absolutamente inexperta en el arte de la lucha armada. Es justo en ese instante, cuando las mujeres saharauis recibieron la antorcha de liderazgo que aún hoy, 38 años después, portan con orgullo, resistencia y dignidad, sin que exista sombra que pueda oscurecer un pasado de sufrimiento que se ha tornado en el pilar fundamental que sustenta las bases de la identidad saharaui como pueblo.

Noches de asalto a ciudades, viviendas, casa por casa. Huida forzosa, con lo puesto y los niños a cuestas. Separación, caos, muerte y desolación. Segundos que se convertían en horas y éstas, en eternidad. La oscuridad de la noche se alió en parte con ellas, porque les permitió optimizar su sexto sentido y escapar de tamaña y cobarde bajeza de atacar mientras se duerme, mientras no se tiene siquiera el más mínimo pensamiento de que algo así pudiera ocurrir. Huyeron, dejando atrás padres, hermanos, hijos, abuelos, vidas enteras y familias… Cada uno hacia donde pudo, cada uno siguiendo su propio e incierto destino, con una brújula mental que indicaba que en Argelia habría brazos amigos. Tiempo en el desierto, sin abandonar jamás el miedo a la persecución y a la muerte, sorteando bombardeos marroquíes con napalm y fósforo blanco, las lluvia de bombas en racimo desde el aire y, lo peor, el dolor de la incomprensión y de la indefensión. Los hombres las dejaron solas por fuerza, para defenderlas desde la línea de fuego, haciendo la guerra. Ellas, a cargo de los hijos, mayores y enfermos, caminaron por el desierto infernal hasta alcanzar el objetivo marcado por el Frente Polisario: Tindouf. Allí, crearon de la nada un mundo en el exilio, sin saber ni sospechar siquiera que, pasadas casi cuatro décadas, continuarían en el mismo lugar, sin visos claros de que a corto plazo las cosas puedan ser de otra manera, pero sin perder la esperanza y manteniendo su bandera de resistencia pacífica en una revolución que, algún día, concluirá con la victoria.

Los campamentos de refugiados saharauis de Tindouf son modélicos, a juicio de la propia Organización de las Naciones Unidas para los Refugiados – ACNUR. Gracias a la labor emprendida y desarrollada por las mujeres saharauis, hoy en día continúan siendo un ejemplo de organización interna y logística únicas en el ámbito de los refugiados, al amparo de una infraestructura creada por ellas, desde el momento en que colocaron la primera piedra de la ardua labor de construir un espacio donde el pueblo refugiado saharaui pudiera subsistir en unas condiciones mínimamente asumibles. Desde la vivienda, para las que ellas elaboraban los bloques de adobe, allanaban terreno, levantaban paredes y habilitaban espacios interiores; la organización del reparto equitativo de la ayuda humanitaria; la administración, la educación, el mantenimiento de la cultura y las tradiciones de la sociedad saharaui… Ellas llevaron a cabo una auténtica revolución cultural en el exilio. Al llegar a los campamentos, el 90% de las mujeres eran analfabetas. Lograron invertir las cifras y que sólo 10 de cada 100 mujeres no sepan leer en estos momentos. Es más, en el campamento de Smara (el más grande de todos), el 65% de las mujeres quieren aprender informática en la primera escuela existente, dirigida por una mujer, porque consideran que es la única forma de comunicar al mundo su situación y su realidad.Todo lo han hecho con sus propias manos, con su esfuerzo, su cabeza y a golpe de voluntad.

Las mujeres saharauis han conseguido que sus reivindicaciones en materia de género se conviertan en una exigencia conjunta del pueblo y que vayan de la mano con la lucha por su libertad e independencia. Han sabido compaginar perfectamente la vida familiar y la laboral con la tradición y la modernidad. Y puedo asegurar, siempre lo digo, que saben conjugar mejor que nadie los verbos amar, sufrir, luchar y resistir.  Su presencia en todos los estamentos de la sociedad saharaui no es testimonial, es activo. Las propias mujeres saharauis, hoy por hoy, declinan ocupar más cargos directivos y políticos de elección popular, para no sumar más cargas a las múltiples que ya tienen adquiridas en el trabajo logístico de cada día, tanto en la familia con el cuidado y la educación de los hijos, como en la formación propia y las responsabilidades comunitarias. Es por ello que la mujer saharaui goza de alta consideración en las sociedades árabes y musulmanas.Capital humano de incalculable valor, por cuanto su fuerza y su espíritu luchador han hecho de ellas un activo inigualable para el mantenimiento de las costumbres heredadas, aun estando en tan precarias condiciones.

No quisiera limitar el valor de las mujeres saharauis sólo a aquellas que viven en los campamentos. No sería justo. Aquellas que llevan los mismos años aunque con un padecimiento diferente, bajo la ocupación marroquí, no son ni menos valientes, ni menos sacrificadas ni menos nada en cuanto a la defensa de sus derechos y los de su pueblo. Encabezan manifestaciones, pelean a brazo partido en el activismo a nivel internacional, desafían cualquier obstáculo que pueda siquiera entorpecer su ánimo y su objetivo: la independencia del Sáhara Occidental. Mujeres saharauis.

Dos palabras que encierran toda una historia, la del sufrimiento de un pueblo que no se doblega, porque ellas en su día no se doblegaron. He ahí el punto de inflexión que las diferencia de otras mujeres, que las saharauis supieron coger el toro por los cuernos y, sin dejar sus funciones familiares, priorizaron la causa, su cometido en las labores logísticas dentro de los campamentos o en los territorios ocupados… Afrontaron con valor y osadía una afrenta aún no reconocida, pero que llegará el día en que se les reconocerá. De momento, el FISÁHARA ya les dedica su X edición, para que desde este festival, que permite presentar a través del cine una realidad, se exporte al mundo la imagen y el contenido del pilar que ha sostenido, levantado y mantenido la causa saharaui por encima de todo y siempre con una premisa, la vía pacífica. Ese pilar no es otro que ellas, las mujeres saharauis. Todo un ejemplo del cual aprender a diario.

© Elisa Pavón

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